En el Día Mundial de la lucha contra el cáncer de mama, los alumnos de Thuya Escuela han querido plasmar cómo sus profesiones pueden ayudar a las personas que conviven con esta enfermedad.

 

Rebeca Vallbona

Les voy a contar algo: hace algún tiempo, en una de mis interminables búsquedas de tutoriales sobre moda en Internet me encontré con alguien muy especial. Su nombre era Talia Joy y padecía cáncer desde que tenía 7 años. Gracias a la gran dedicación que tenía por el maquillaje y la moda, decidió empezar a colgar algunos vídeos en YouTube, compartiendo sus conocimientos y poniendo su granito de arena para hacer la vida un poco más alegre y positiva a las personas, a pesar de su condición.

 

Ella transmitía ganas de vivir, de soñar y de disfrutar cada pequeño segundo del camino que estaba destinada a seguir. Con tan solo 13 años, Talia me estaba dando clases sobre como maquillarme y vestirme a través de una pantalla. Pero lo más importante es que me dio lecciones de vida.

 

Se preguntaran porqué les explico la vida de Talia. Como Talia, muchas personas se han topado con este obstáculo en su vida. Y es que sí, sabemos que el cáncer es una enfermedad que se produce en las células del cuerpo cuando estas se multiplican demasiado rápido y no mueren después de su ciclo vital. Sabemos que por su agresivo tratamiento las personas que lo padecen pierden su cabello.
Y también sabemos que cada vez nos encontramos con más casos de personas que lo padecen.

 

Pero seamos francos, ¿de verdad somos conscientes de lo que conlleva y cómo se pueden sentir estas personas? Talia encontró la fuerza para seguir adelante con su vida, se refugió en lo que le gustaba y paradójicamente hizo muchos de sus sueños realidad, viviendo experiencias que jamás creyó poder haber vivido. Pero no todo el mundo puede contar con la energía y las ganas de luchar que tuvo Talia.

 

Es fácil para una mujer sana que conserva su larga cabellera y sus bonitas y espesas cejas decir que el aspecto físico de otra mujer que padece una enfermedad es el menor de sus males. Pero les seré franca, no es tan simple. Padecer una enfermedad así no solo duele físicamente, de hecho creo que a pesar de lo que conlleva, el mayor dolor se siente en el alma. Mirarse al espejo y no reconocerse; pasear por la calle – incluso por el recinto del hospital donde has estado ingresado durante días – y observar cómo la gente te mira, a veces con expresión compasiva, otras veces con extrañeza; que tus amigas te visiten, recién llegadas del centro comercial y la peluquería y recuerdes lo mucho que te gustaba ir de compras, arreglarte y ponerte guapa.

 

Asistir a una comida donde hay personas que no conocen tu enfermedad –pero que al mirarte lo descubren– y sentirte tan pequeñita ante las miradas ajenas que darías cualquier cosa por salir corriendo de aquel lugar. Tus peores miedos e inseguridades, que quizá creías no tener, afloran de lo más profundo de tu ser. Mientras observas todo esto sabes que quizá no puedas volver a ir de compras, a la peluquería o a cenar con tus amigos porque tu enfermedad no te lo permitirá.

 

Vamos a darles a estas personas un poco de aquello que tanto añoran y que por sí solas por presión social y/o miedo no se ven capaces de hacer. Aquí es donde los profesionales de la asesoría de imagen pueden aportar algo, desde la más humana de las intenciones.

 

La oncoimagen llevada a cabo por profesionales, es una rama de la asesoría de imagen dedicada completamente a aquellas personas que batallan contra al cáncer. Es una manera de ayudar a estas personas a sentirse bien con sí mismos, a normalizar su situación y a coger fuerzas para seguir luchando.

 

Y para que vean que no todo son palabras mías, finalizo con una reflexión de Paulo Coelho: “La belleza exterior es la parte visible de la belleza interior. Y se manifiesta por la luz que sale de los ojos de cada uno”.

 

“Vamos a darles a estas personas un poco de aquello que tanto añoran y que por sí solas por presión social y/o miedo no se ven capaces de hacer”